Aquellas cosas que hicimos para querernos
Las mujeres de mi familia estamos íntimamente enraizadas al paisaje húmedo del Litoral, su tierra negra, los helechos frondosos y la profundidad de sus ríos.
Nuestros pies están descalzos, porque de ellos se nutre la tierra, y de la tierra brotamos nosotras.
Entre luz y oscuridad, nuestros cuerpos danzan ciclos.
Gestamos, parimos.
Nos damos luz.
Mi abuela, mi madre y yo tenemos historias en común.
Como un gesto de recordarnos y estar juntas, nos heredamos formas, objetos, fotografías.
También sombras y miedos, tradiciones, roles que se heredan de generación en generación y que nos reavivan viejas heridas.
Luego de una diabetes gestacional, mi abuela comenzó a perder la visión,
empezando a moverse entre formas borrosas, confiando sus ojos a la música.
De ella heredé su sensibilidad para ver desde las sombras, en la oscuridad.
Llevo conmigo la ternura de mi abuela y los ojos cansados de mi madre.
Las tres sentimos cierto recelo hacia el río, el mar, el agua. Tal vez se deba a su constante dejarse ir, su ser impermanente, su carácter desbordante.
Para apaciguar ese temor, echamos raíces profundas. Creando territorios construimos nuestros hogares y nos mudamos varias veces, de casa, de piel.
Todas perdimos algo, un hijo, un amor, un cuerpo.
Todas sanamos algo, en la piel, en los ojos, en las raíces.
Las tres somos mujeres que, como tantas, nos entregamos a nuestra oscuridad para aprender a amarnos.
Desandando caminos ajenos y cargas heredadas, veo en estas mujeres las raíces que me sostienen, queriendo sanar las ramas de este árbol que continúa después de mí.
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Esta muestra fue realizada con el apoyo de Industrias Creativas- Provincia de Santa Fe
Proyecto seleccionado convocatoria 2021 Museos de la Municipalidad de Santa Fe